GRUPO 7

 
Escuche la versión del lobo. Narra los comienzos y la verdadera y única historia.
 
  
A continuación, lean el material que aparece debajo y respondan las preguntas que están al final.

Lobo rojo, Caperucita feroz (El Ateneo, 1991) de Elsa Bornemann. Como en aquel poema de José Agustín Goytisolo que decía "Érase una vez / un lobito bueno / al maltrataban / todos los corderos.", en este cuento también el lobo es, en realidad, un lobito, al que "llamaban Rojo porque era totalmente pelirrojo". El lobito deberá enfrentarse, con su timidez, a "la peligrosa Caperucita Feroz", una niña "mala, muuuy mala, remala, malísima, supermala", que acostumbraba a usar una caperuza roja y a atravesar el bosque, como la niña del viejo cuento. Pero aquí se dice que se dedicaba a conseguir pieles de lobito para confeccionar sus capas. Por allí se decía que la Caperuza Feroz justo andaba buscando una piel como la del Lobito Rojo y eso causaba mucho temor entre los lobitos del bosque de Zarzabalanda. En esta versión, la abuela es una loba a la que Caperucita intentará reemplazar, reiterándose la clásica escena de la llegada a la casa. Aunque nadie come a nadie, el tono empleado vuelve muy amenazadora la presencia de esta niña feroz. Al final Caperucita será vencida por los lobitos y la amenaza se volverá hacia ella ya que le prohibirán regresar al bosque. La niña "—por su bien— lo entendió: ella NO era boba".

En el caso de "Cinthia Scoch y el lobo" (en el libro Cinthia Scoch; Sudamericana, 1991) de Ricardo Mariño, el relato comienza con el lobo que se encuentra con la niña Cinthia Scoch en el Parque Lezama de Buenos Aires. Mantienen un diálogo humorístico, con una serie de equívocos en el uso del lenguaje. El lobo la acompaña en su camino a casa de la abuela y en el recorrido van encontrando otros personajes de los cuentos clásicos como Hansel y Gretel. Esta incorporación de personajes de otras historias conocidas provoca nuevas lecturas, un cruce que pone en juego los textos entre sí. El lobo, impaciente porque se le complica su plan de comerse a Cinthia, se despide y se adelanta para llegar a la casa de la abuela. Cuando Cinthia llega a la casa con sus acompañantes se inicia el conocido diálogo y, al acercarse la pregunta final, aparece la esposa del lobo. La loba, que no está para bromas, le comunica que encontró a dos cachorros humanos —Rómulo y Remo— a los que piensa amamantar y le ordena a su esposo que la acompañe. Al entrar a la casa, Cinthia encuentra a su abuela amordazada. El cuento finaliza refiriendo lo que sucederá con cada personaje en el futuro, por ejemplo, la loba será premiada por su gesto con una estatua en el Parque Lezama. Los cambios en esta versión: Caperucita es Cinthia; se introducen otros personajes de cuentos clásicos; se suma el personaje de la loba, que además trae otra historia mítica como la de Rómulo y Remo y, como otro recurso paródico, alude al origen de la realización de una estatua en el parque.

En "Caperucita Roja II. El regreso", del libro que lleva ese título (Colihue, 1995), Esteban Valentino nos ofrece un relato cargado de suspenso que luego se dispara hacia el humor. Comienza en el momento en que el Cazador y su ayudante encuentran huellas del lobo en el bosque y dan el alerta al pueblo. Por otro lado, se desarrolla otra escena en la que Caperucita recibe una "carta certificada" de su abuela, en la que le cuenta que está enferma y le pide que vaya a visitarla. Caperucita, luego de hablar con su madre como cualquier adolescente de hoy en día, parte hacia la casa de su abuela. En el camino se encuentra con el lobo, con quien vivió el episodio ya conocido. Aquí el lobo le plantea que ha vuelto porque necesita mejorar su imagen ante el mundo y requiere de su ayuda para lograrlo. Le recuerda que, después de todo, la fama de Caperucita es gracias a su propio desprestigio. Caperucita deberá fingir un accidente en el río y luego decir que el lobo fue quien la salvó y murió en ese acto tan noble (aquí hay coincidencia con uno de los finales que recopilaron los hermanos Grimm, en el cual el lobo se ahoga, según menciona Alison Lurie ). Ambos cierran su historia de otra manera, como dirá Caperucita en el final, mientras la gente del pueblo se la lleva en una camilla: "Estamos a mano".

Caperucita Roja (tal como se lo contaron a Jorge) (Alfaguara, 1996), con textos de Luis María Pescetti e ilustraciones de O’Kif es un libro-álbum que aporta algo interesante respecto de lo que pasa en el imaginario del lector u oyente del relato —en este caso un adulto y un niño—, para mostrarnos las distintas representaciones de los cuentos que se construyen en la mente de uno y otro, de acuerdo con su experiencia y contacto con el mundo de los relatos. El ilustrador recurre a las formas de la historieta —los globos, por ejemplo— para indicar quién está hablando o las imágenes que cada personaje compone en su mente. A partir del "Había una vez una niña...", tendremos una sucesión de imágenes según las representaciones del padre y del hijo; las del adulto siempre en sepia y las del niño en colores. Por ejemplo, cuando se dice "Ella vivía cerca de un bosque con su mamá...", el padre evoca en su discurso el bosque mítico, con árboles, cabaña con techo a dos aguas, un conejo que asoma, una representación muy distinta de la imagen que genera su hijo, quien compone un bosque con flora y fauna tropicales. En las dos páginas finales aparecen ilustradas solo las representaciones del niño: en una el papá es el leñador con ropa de superhéroe y, en otra, el propio niño va a comerse un sandwich con el lobo entre los panes después que la voz del padre dice "Vamos a la cocina, que te preparo un sandwich bien, bien rico..."

El libro Habla el Lobo (Grupo Editorial Norma, 2004), de Patricia Suárez, retoma la idea de un lobo que quiere limpiar su imagen. Lo hace con un relato en primera persona del lobo contando que, como no tuvo derecho a réplica, intentará explicarse a través de este escrito. Esta reelaboración alterna episodios propios del cuento clásico con otros de la vida del lobo. Caperucita ha perdido totalmente la imagen de niña buena y obediente que ama a su abuela. Ella misma se define a través de una canción: "...porque soy mala, mala / porque una peste soy / hasta yo miedo me doy / cuando me miro en el río."

 

1.      ¿Por qué el cuento de Elsa Bornemann se titula “Lobo rojo, Caperucita Feroz”?

2.      ¿Cuál es el elemento innovador que presenta Mariño en su cuento “Cinthia Scoch y el lobo”?

3.      ¿En qué consiste el cuento “Caperucita Roja II. El regreso”?

4.      ¿En el cuento de Luis María Pescetti qué diferencias hay entre las representaciones del padre y del niño?

5.      En el libro Habla el Lobo, ¿cómo se reivindica la imagen del lobo?